19.9.05

Fantasmas

No puedo decir que no creo en fantasmas por el simple hecho de no haber interactuado con uno hasta la presente fecha.

Según mi diccionario, un fantasma es una visión quimérica que alguien cree ver, despierto o dormido. Según Stephen Dedalus, que es lo mismo que decir según Joyce, un fantasma es un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

Según la primera definición, sí, he visto fantasmas, fugazmente. Mi recuerdo más temprano de aquello es de una vez (tendría unos cuatro años quizá) en que llegué a casa y al pasar por la sala lo vi a mi hermano el mayor leyendo sentado junto a alguien que no llegué a reconocer pero que no le presté mayor atención porque el inodoro reclamaba mi presencia; al salir del baño, en paz y armonía con el cosmos, fui a la sala y mi hermano seguía leyendo, sólo. No le hice ningún comentario.

Después de mi temprano avistamiento han habido otros, esporádicos, separados por años los unos de otros. No puedo explicarme una razón lógica y no me importa. No me atemorizan, no exaltan mi curiosidad; simplemente pasan por ahí, sin hacerme daño, absortos en sí mismos. Los recuerdo casi con cariño cuando alguien me cuenta sus propias experiencias inexplicables o cuando leo algún relato de literatura fantástica, que por cierto es uno de mis géneros favoritos.

Cortázar dice que los únicos que creen verdaderamente en los fantasmas son los fantasmas mismos, basándose en el siguiente diálogo concebido por George Loring Frost en su Memorabilia:

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no –respondió el otro-. ¿Y usted?
-Yo sí –dijo el primero y despareció.

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