12.9.05

Pelotas

No soy una persona aficionada a los deportes; de todas maneras, siempre he preferido practicarlos que sentarme frente a un televisor para ver a otras personas compitiendo entre ellos o abrir un periódico con ansias de enterarme los resultados de cualquier competencia deportiva. De esto último se desprende que las pocas veces que compro el diario en la semana descarto por adelantado la sección deportiva.

Ayer, sin embargo, no pudo dejar de llamarme la atención un titular en dicha sección: El balón le ganó a cuerpos desnudos. En la crónica, una redactora relata cómo se vivió el último partido de la selección de fútbol del país en un cabaré (yo los conocía como night clubs, pero es lo mismo) de la ciudad.

Un hombre sentado. El hombre pagó diez dólares, aparte de lo que gasta en el consumo de lo que sea que esté bebiendo, para estar sentado donde está sentado. El hombre, a su izquierda, tiene un televisor encendido donde se transmiten las imágenes de una cancha con 25 tipos en paños menores, de los cuales 21 corren detrás de una pelota. El hombre, a su derecha, tiene a una espectacular bailarina, no detrás de una pantalla sino ahí, presente, encarnada, con menos ropa aún que los jugadores y con una marcada tendencia a la desnudez.


No sé qué piensan ustedes, pero si dicho hombre mantiene su vista hacia su izquierda yo sospecharía una cierta degradación de la naturaleza humana y una grave ofensa contra Eros y Baco, divinidades protectoras del local en cuestión. Claro, en este punto se debe considerar toda eso del libre albedrío y asuntos relacionados. Por mi parte encuentro más placentero jugar con las damas o comerme una reina.

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