5.9.05

Últimas palabras

Las últimas palabras de Kierkegaard fueron “sweep me up”. Él mismo había dicho anteriormente (claro que antes, no se puede decir nada después de las últimas palabras) que comúnmente las últimas palabras de un hombre son especialmente significantes y memorables.

Todo el mundo -con excepción de los mudos de nacimiento o los infantes que mueren antes de enterarse que hay una cosa llamada lenguaje- ha dicho o dirá sus últimas palabras; pero la regla de Kierkegaard sobre la trascendencia de este último esbozo de comunicación no es universal.

La mayoría de personas pasan sus últimos minutos con pocas personas a su alrededor, por lo que rara vez se tiene un delegado del todo confiable que transmita a los demás las últimas palabras del difunto; es más, hasta la misma frase de Kierkegaard tiene su margen de credibilidad.


No tengo oráculo alguno que vaticine las condiciones de mi futura muerte (en el supuesto caso de que llegue a morir; una vez leí que uno es inmortal hasta que se demuestre lo contrario, pero ese es otro tema), por lo que no sé si mis últimos minutos estaré sólo o acompañado; ni sé, en el supuesto caso de estar acompañado, si las personas a mi alrededor sobrevivirán luego de mi muerte (considerando un accidente aéreo por ejemplo). Suponiendo que alguien que me sobreviva recoja mis últimas palabras, creo que las plagiaría de Tom Waits para que esta persona se las transmita a los demás: “God is away on business”.

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