7.11.05

Boca del Cielo

Antes de despedirse de sus dos acompañantes, de sus dos amantes, Luisa Cortés les dijo que “la vida es como la espuma, por eso hay que darse como el mar”. Días después Luisa falleció. Cáncer.

Yo también busqué mi propia Boca del Cielo, con mis propios acompañantes y con mi propio cáncer inconfesable. Bueno, en realidad buscar no es precisamente la palabra más adecuada; más bien esperaba que la playa apareciese, simplemente quería encontrarla, esperaba encontrarla. Cualquier playa que a pesar de andarla buscando no esperabas encontrar puede ser la Boca del Cielo, independientemente de que alguien haya llegado antes que tú y le haya puesto otro nombre.

Buscar y encontrar están más alejados de lo que parece. Se cuenta que Picasso se burlaba de aquellos que pretendían buscar algo sin saber siquiera qué era ese algo, y alegaba que él no buscaba: él encontraba. Nietzsche, en uno de sus aforismos, decía que uno nunca está más a la altura de lo mejor de sí mismo que cuando está preparado para recibir lo que le traiga el azar. ¿No te parece algo sospechosos que los designios del Señor sean tan inescrutables como los designios del azar?

Cuando encuentras algo que pareciese tener la forma perfecta de una ficha que encaja exactamente en el rompecabezas de tu vida no faltará quien venga y te diga que se trata del destino, sin darse cuenta (y a veces ni siquiera tú te das cuenta) de que en uno de sus descuidos alteraste los contornos del rompecabezas para que la ficha calzara.

Por nuestra parte, encontramos nuestra Boca del Cielo, que los nativos del lugar insistían en llamar San Jacinto (allá en la provincia natal de un buen amigo). Del mar lo que siempre más me ha gustado es el sonido que hace al lamer la orilla; luego, su vastedad. El agua estaba infestada de aguas-malas, diminutas medusas de una increíble y sencilla belleza, con una transparencia azulada que brillaba a lo largo de la arena mojada.


Haber llegado a la Boca del Cielo no significaba precisamente haber llegado a La Boca Del Cielo. ¿Cómo sabe uno que ya ha llegado? ¿Cómo sabe uno que debe dejar de buscar y tenderse a disfrutar de lo encontrado?

En el camino de regreso recordé la frase de Luisa, pero la recordaba al revés, algo así como que la vida es como el mar, por eso hay que darse como la espuma. Aunque fui refutado no me pareció que la frase invertida sonara tan descabellada. La vida es como la espuma: frágil, pasajera, leve. La vida es como el mar: inconmensurable, pacífica a la vez que agitada, perfecta aunque no del todo comprensible. Para tratar de entender a la vida nos valemos de metáforas y aún así nos quedamos cortos. La vida es como la vida, la vida es como la muerte, amén.

La lluvia no fue copiosa.

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