Lazarillo
El lazarillo lleva audífonos. Con un walkman. Con un casete viejo de Héroes del Silencio. Y no hay oración capaz de decidir por mí. El ciego camina con su mano izquierda en el hombro del lazarillo. En la otra mano lleva apretado un cigarrillo apagado. Desde hace tres días que no se hablan. El ciego no está tan triste. El lazarillo sí lo está. El cigarrillo está mojado por el sudor. Los dos llevan juntos tres años hasta la presente fecha. El ciego no se llama Jorge. Al lazarillo no le gusta su nombre. Van caminando por un parque. El ciego se da cuenta cuando las palomas se alejan para evitar su proximidad. El lazarillo está arrepentido de haberle gritado hace tres días. Tiene esporádicas ganas de llorar pero no lo hace. El ciego le aprieta el hombro. El lazarillo se detiene. Se da la vuelta. Lo mira fijamente. Se le hace un nudo en la garganta. Pone su mano izquierda en el hombro derecho del ciego. Se acerca. Besa sus labios. Las lágrimas empañan su vista. Sigue con los audífonos puestos. La cinta del casete se detuvo hace rato. Se da la vuelta. Se aleja. El ciego escucha los pasos alejándose. Su poquita tristeza se ha esfumado. Intenta encender el cigarrillo. El cigarrillo no se enciende. Está muy mojado. Se queda parado en medio del parque. El lazarillo se ha llevado su bastón. Saben que nunca volverán a verse.
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