26.12.05

Cuando empieza a oscurecer

Penígero.

19.12.05

Lazarillo

El lazarillo lleva audífonos. Con un walkman. Con un casete viejo de Héroes del Silencio. Y no hay oración capaz de decidir por mí. El ciego camina con su mano izquierda en el hombro del lazarillo. En la otra mano lleva apretado un cigarrillo apagado. Desde hace tres días que no se hablan. El ciego no está tan triste. El lazarillo sí lo está. El cigarrillo está mojado por el sudor. Los dos llevan juntos tres años hasta la presente fecha. El ciego no se llama Jorge. Al lazarillo no le gusta su nombre. Van caminando por un parque. El ciego se da cuenta cuando las palomas se alejan para evitar su proximidad. El lazarillo está arrepentido de haberle gritado hace tres días. Tiene esporádicas ganas de llorar pero no lo hace. El ciego le aprieta el hombro. El lazarillo se detiene. Se da la vuelta. Lo mira fijamente. Se le hace un nudo en la garganta. Pone su mano izquierda en el hombro derecho del ciego. Se acerca. Besa sus labios. Las lágrimas empañan su vista. Sigue con los audífonos puestos. La cinta del casete se detuvo hace rato. Se da la vuelta. Se aleja. El ciego escucha los pasos alejándose. Su poquita tristeza se ha esfumado. Intenta encender el cigarrillo. El cigarrillo no se enciende. Está muy mojado. Se queda parado en medio del parque. El lazarillo se ha llevado su bastón. Saben que nunca volverán a verse.

12.12.05

Carta a los políticos, doctores y jueces sobre la legalización de la cannabis

Señores y Señoras: sírvanse reemplazar la palabra marihuana por chocolate. ¿Es absurdo no es cierto? Ahora, reemplácenlo por la palabra café. Siempre absurdo. ¿No es cierto? Ahora póngale la palabra cerveza, vino, aguardiente o tabaco. Sepan que en diferentes épocas, estos han sido calificados como estimulantes peligrosos y prohibidos; mientras que el cáñamo índico, cannabis o marihuana era utilizado en el siglo XIX como un remedio antiespasmódico, analgésico y calmante. ¿Quién de ustedes quedaría libre si el trago y los cigarrillos serían prohibidos, si el consumo de estos productos sería perseguido por la ley? Lo picante del asunto es que contrariamente al tabaco y al alcohol, cuya nocividad han sido probadas (pero que están lejos de ser prohibidos su consumo porque aseguran al estado beneficios fiscales enormes, pero que los daños en la salud del pueblo son incalculables), la nocividad del cáñamo o cannabis no ha sido probada por la investigación científica ni literaria.

El producto en mención vuelve a sus usuarios mas contemplativos y calmados (en las prisiones los guardias y directores lo saben) y estimula la imaginación y la meditación. Solo se produce agresividad cuando se mezcla el doble consumo de la marihuana y el alcohol. La hierba es una planta del mismo nivel que la uva, la lechuga, las frutas y el trigo y en lugar de envenenar la marihuana mejora el sentido del humor. Queda un solo argumento: la cannabis conduce a drogas duras. Es un argumento menor. Podríamos decir que la lucha greco romana o los celos conducen al crimen. ¿Por qué hay que castigar a “ciudadanos libres” por la utilización de tal o cual estimulante, quién es el lesionado, quién el acusador, quién juzga sin causa y delitos probados?

Al declarar ilegal el consumo -digo consumo, no tráfico- ha dado como resultado el encarcelamiento de cientos de jóvenes que están pagando injustas condenas y es necesaria la despenalización como la ha hecho Holanda y otros países como Alemania que ha liberado la posesión de marihuana hasta un tope de 30 gramos y en las elecciones que se celebraran en Canadá el 28 de Junio próximo los canadienses podrán votar por los candidatos del partido de la marihuana libre. El Marijuana Party desde el 2000 se convirtió oficialmente en un partido político.

El Ministro de Cultura del Brasil, Gilberto Gil sobre el consumo de la hierba opina que si se transfiere el problema al área de la salud, será beneficioso para evitar la segregación de jóvenes marginados y para rescatar a jóvenes con talentos artísticos. El uso de marihuana medicinal podría tener beneficios a corto plazo en pacientes con esclerosis múltiple, según afirmaron científicos británicos en la revista The Lancet y los pacientes de cáncer, sida, glaucoma y otras enfermedades afirman que la marihuana estimula el apetito y alivia la náusea y el dolor.

Este objeto periodístico solo busca compilar una discriminación cultural en contra de la soberbia del hombre que ha llevado a prohibir, penalizar y satanizar una planta creada por un sueño inmortal.

5.12.05

Antes de la curva

Era un jueves, alrededor de las siete de la noche. La carretera estaba despejada; el carro iba a unos 70 kilómetros por hora. Se aproximaba una curva hacia la derecha. El perro salió corriendo de los montes, del lado derecho de la carretera. El carro se pasó al carril izquierdo de inmediato, y el perro corrió hacia ese mismo lado. El carro regresó al carril derecho, y el perro se dio media vuelta intentando regresar al lugar de donde había salido. El carro dio dos tumbos y tomó la curva hacia la derecha.

Era un jueves, alrededor de las siete de la noche. Íbamos escuchando a los White Stripes porque era mi turno de poner la música, y en ese momento sonaba Hotel Yorba. El resto de mi familia discutía si al llegar a la ciudad iríamos a comer pizza o parrillada; a mí me daba igual y me limitaba a escucharlos tarareando la canción, bien bajito. Vi al perro salir corriendo; era de un color café claro. Vi al perro, asustado, intentando esquivar el carro. “Let’s get marri / get married in a big cathedral by a priest”. Disminuí un poco la velocidad para tomar la curva y pocos segundos después volví a acelerar.

Era un jueves, alrededor de las siete de la noche. Estábamos todos ahí, dentro del carro: mis padres, mis hermanos y mi cuñada. Por la mañana tuve una pequeña disputa verbal con mis progenitores que no quedó resuelta del todo, y unos atisbos de hostilidad y discordia estaban aún rezagados, ahí entre los asientos delanteros y los posteriores. Cuando atropellé a Dolbi (fue el primer nombre que se me ocurrió ponerle al perro, aunque sólo se lo dije a mi hermano el menor un par de horas más tarde mientras comíamos pizza, enfatizando que se deletreaba con i latina y no griega) todos se callaron, y sólo mi cuñada dejó escapar un leve gritito. Les tomó casi medio minuto romper el silencio y empezar a comentar lo sucedido.


Era un jueves, alrededor de las siete de la noche, cuando atropellé un perro en una carretera. Por tomar una curva no pude ver nada de lo que dejaba atrás por el retrovisor. Sólo mi hermano el menor se dio la vuelta lo suficientemente rápido como para ver qué había sido del perro y no me lo contó sino hasta el rato en que me fui a despedir de él horas más tarde cuando estaba ya preparado en su cama empijamado para dormir. Mientras el resto de mi familia comentaba lo sucedido yo seguí tarareando con los White Stripes. Si bien no me sentía del todo tranquilo (mi pulso se alteró, eso me era evidente) tampoco me ardía el remordimiento ni la inquietud; no era ni siquiera indiferencia: sé que no lo era porque la conozco lo suficientemente bien. Se me ocurrió parar el carro para regresar a ver si había cómo hacer algo por Dolbi, pero preferí esperar que alguien más haga esa sugerencia. Nadie la hizo, y no paré sino hasta llegar a la pizzería que por una votación de tres a dos habían elegido. El resto del viaje fui pensando aleatoriamente en un poco de cosas: la diferencia entre aplastar a un perro y aplastar a una hormiga, el lugar de los animales en el plan divino, la felicidad o miseria de un perro en medio del campo, qué hubiera pasado si en vez del perro hubiese atropellado una vaca o un ornitorrinco, que sólo odiamos a alguien cuando nuestra estima hacia ese alguien es igual o mayor a la que tenemos por nosotros mismos, la posibilidad de que en una carretera cualquiera los lleguen a atropellar a mis hermanos, el lugar de los animales en el plan humano, la posibilidad de un cielo para perros, los problemas que dejaría no resueltos si muriera atropellado, cuál sería la primera ambulancia con la lucecita roja giratoria, la posibilidad de que Dolbi haya sido una reencarnación de Torquemada y yo no haya sido más que un instrumento de venganza divina, la felicidad o miseria de un perro con correa insertado en la sociedad, la compatibilidad entre nuestros conceptos de felicidad o miseria y la vida animal, qué tan en lo cierto estaba Barnes cuando postulaba que el arte justifica las catástrofes, la última vez que comí pizza hawaiana. Claro, también recordé cuando me describías el miedo que tenías al ver un perro cruzar una calle.