25.12.06

Empieza el olvido

Y es más o menos como nacer, la abolición del útero y todo eso: empieza el olvido. Se hace la luz y todo se vuelve confuso. Los ruidos, los ruidos, los ruidos, voces que me llaman y no puedo entender. La mayor parte del tiempo me la paso mirando el techo, y claro, no falta el chistoso que se interpone en el medio, como si su cara fuera algo interesante. Me mecen, siento el vaivén, la incertidumbre, la ausencia de la paz, el contacto con los otros. Todo es nuevo e inodoro. Madre, tengo miedo, tengo frío: abrázame.

18.12.06

Parto

Jorge Rolando dio a luz un martes minutos antes de las 6 de la mañana; fue una hermosa nenita a la que pusieron por nombre Adela Carolina, en honor a sus abuelas tanto paterna como materna. Christina estuvo con su esposo durante el parto, y al ver el vientre abierto de su amado sintió una mezcla de asco y ternura infinita; se prometió no llorar y no lloró; se limitó a apretar la mano de Jorge Rolando durante toda la intervención. Minutos más tarde se encontró en el pasillo con sus suegros mientras a la nena unas enfermeras la limpiaban y esas cosas. La verdad es que ella nunca se llevó muy bien que digamos con sus suegros; una hostilidad silenciosa como con espinas se tendía entre ellos, y cada cruce de palabras dejaba raspones en Christina; nada grave, pero igual jodía. Deseó que su padre estuviera ahí con ella y no en viaje de negocios, los putos viajes de negocios siempre inoportunos; pero bueno, ya estaba grandecita y a punta de una cordialidad cortante había aprendido a convivir con sus suegritos. La abrazaron y la felicitaron, no podría ser de otra manera; era una nueva mamá y esas cosas no pasan todos los días. Le preguntaron si su Jorgito había sufrido mucho durante el parto y ella sin pensárselo mucho les dijo que lo normal, que habrá que esperar hasta que se desentumezca de la anestesia para preguntarle a él mismo qué sintió mientras daba a luz. El padre de Jorgito enarcó las cejas a la vieja usanza y trató a las dos mujeres de insensibles, claro, como ellas no son las que tienen que cargar con la criatura adentro todo el embarazo, argumentos trillados donde los haya. ¿Y si los mato?, pensó Christina. Ella misma nunca conoció a ninguno de sus abuelos y no le hicieron falta en absoluto; la pequeña Adela Carolina se quedaría con un solo abuelo, más que suficiente; incluso el dinerito extra de la herencia no les caería nada mal. El único problema a la larga sería su propio cargo de conciencia, pero una amiga suya siempre estaba alabando a su psicólogo de confianza, así que soluciones habían; si no esa, otras. No era tan difícil tampoco el asunto: escondería un oso panda en el baño de sus suegros y luego ella misma se encargaría de atascar la puerta de la habitación para que no puedan escapar; ¿quién iba a sospechar de ella? Los miró con lástima, viejos patéticos. Sirvió tres copas de vino y juntos brindaron por la bendición encarnada en el pequeñito cuerpo de Adela Carolina. Jorge Rolando despertó una hora después con ganas de vomitar y pidió ver a la niña, aunque algo dentro de él repudiaba la idea del lazo que ahora lo unía a su hija; cuando la tuvo entre sus brazos empezó a llorar como un niño pequeño.

11.12.06

Cumpleañero

El jueves 7 fue el cumpleaños de Tom Waits; antes de la caída de la noche agarré el único disco que tengo de ese man, conseguí dos botellas de whisky barato y mientras la una reposaba en la mochila junto al discman iba tomándome la otra a pico, caminando por calles poco transitadas. A lo que destapaba la segunda botella me dieron unas ganas súper hijueputas de llorar. Tom Waits cumplía 57 años y no tenía ni puta idea de que un país chiquitito un huevón estaba chupando a su salud, y con whisky barato y tibio como dios manda.

El disco me lo encontré como hace dos años en una banca de la universidad, adentro de una mochila abierta. ¿Que quién es Tom Waits? Pues para mí es un tipo que canta con las bolas; nunca antes había escuchado algo parecido, aunque sería honesto decir que se acerca a la musiquita que sale en las películas infantiles cuando lo presentan al villano. Su voz es como lija, pero me hizo mierda desde la primera vez que lo escuché, y no lo puedo dejar; tampoco es que lo haya intentado.

Recuerdo que me senté en la banca de un parque cuando la segunda botella iba por la mitad, y lo siguiente que recuerdo es ir acomodado en el asiento trasero de un Suzuki; una tipa iba manejando y su enamorado (o algo parecido) iba en el asiento del copiloto. Iban conversando entre ellos y a mí no me prestaban mayor atención. A ella la conocía de algún lado, a lo mejor una ex compañera del colegio o una prima lejana, hasta ahora no estoy seguro. ¿Cómo carajo llegué ahí? No tenía ninguna botella a la mano, pero en mi espalda seguía mi mochila; saqué los audífonos y le puse nuevamente play al disquito. Creo que pasamos por la calle donde vive mi ex, pero no me importó mucho. Lo primero que recuerdo haberles dicho es que pararan por una licorería para ir recargando las municiones; el gil ese se rió, y ella me pasó una botella de vino casi entera.

Vino, hace años que no tomaba vino, y no estoy muy seguro de si Tom Waits toma vino o no. La verdad sea dicha no se ni mierda de Tom Waits, ni de dónde mismo es ni cuáles son sus influencias ni si tiene hijos ni si tiene más discos aparte del que me robé. No me importa, todo eso me vale verga. Alcé la botella de vino y un poco se me regó por las comisuras de la boca; estaba buenísimo, no me duró más de cinco minutos. A lo que la tipa paró para que su acompañante se baje a mear me bajé del carro y empecé a caminar en contravía por el filo de la vereda. Creo que me llamó por mi nombre tres veces pero ni siquiera la regresé a ver.

En verdad ni estoy seguro de que el jueves haya sido el cumpleaños de Tom Waits; solo sé que una semana antes el tipo se me apareció en sueños y me lo dijo mientras se comía las moscas que revoloteaban a nuestro alrededor. A lo mejor las moscas expliquen la aspereza de su voz, pero tampoco es que necesite explicaciones. Volví a casa cuando las primeras luces del viernes volvían reconocibles los colores de las paredes. Dormí hasta la noche.

4.12.06

Cachetada

Ya estás aquí, me has perseguido desde la iglesia y al fin me alcanzaste, y yo que bien podría correr, pero ¿para qué?, ¿correr?, no, correr no, escapar no, ¿para qué escapar?, si a lo mejor eres tú quien está a mi merced, como ahora esta mano tuya, tu pedigüeña mano entre mis manos, ¿tu mano?, no parece tuya, no es áspera para ser de un pordiosero, pero tus ojos tampoco, algo no cuadra, ¿quién eres?, ¿quién serás?, ¿por qué aquí?, ¿por qué ahora?, no quiero dejarte escapar, mi mano entre tus manos, ¿por qué la coges así tan fuerte?, hasta que te alcancé, linda señorita con un lindo vestidito, ¿quién te has creído para verme así?, y allá en la puerta de la iglesia, ¿te acuerdas?, por mí te hubieras ahogado en la fuente de agua bendita, perra, pero no, mejor que no te ahogaste, ¿cómo te vas a ahogar con ese vestidito tan lindo?, no me veas así, mierda, pueblo de mierda, pero qué más da, sería lo mismo en otro lado, o casi lo mismo, aunque no serías tú, no estaría mi mano entre las tuyas, a lo mejor y no tendría estas ganas de llorar, ¿por qué tú?, ¿quién mierda eres?, ¿de dónde saliste?, no te había visto antes por aquí, como si en este pueblito fueras a salir de la pobreza, pero claro, tú no quieres salir de la pobreza, hasta pareciera que la buscas, porque no naciste pobre, eso se nota, no estás acostumbrado a ella, aunque por lo visto esto de la mendicidad se aprende rápido, ¿qué tan difícil puede ser?, si tan solo no se te hubiera ocurrido coger mi mano, ahí, sucia, en medio de las tuyas, como una denuncia muda, como si me conocieras, como si lo supieras y en realidad no tienes ni puta idea, mis manos son mías y hago con ellas lo que me da la gana, ya no quiero tener tu sudor en mi mano, mi mano, mierda, no es tuya, ¿entiendes?

El bolso cae a la acera y el pequeño espejo se rompe; ninguno de los dos escucha el estallido del cristal. Un mechón de cabello resbala sobre el rostro de ella pero sin cubrir ninguno de los ojos; los ojos están ahí, desnudos hasta la impudicia, esos ojos, tan parecidos a otros pero que no son los otros, son solo esos ojos, ahí, fijos en él, en sus ojos. El espejito se ha roto, ya no sirve, ahora podría ser un arma.

Imbécil, tu bolso, como si en tu bolso tuvieras algo que pueda interesarme, como si el perdón se pudiera guardar en un bolso, ¿y me sigues viendo?, necesito un árbol, si tan solo fueras un árbol y pudiera treparme en tus ramas y arrancarte las hojas, arrancarte los ojos, masticarlos, saborearlos, escupírtelos en la corteza, en ese vestidito tan lindo, ensuciarte, me emputa tu pulcritud, ¿para qué tanta limpieza?, perra, por lo menos tus manos ahora, tu mano, ¿por qué te sueltas?, ni siquiera quieres recoger el bolso, ahora tengo miedo, no quiero tenerte miedo, creo que te necesito pero tú no lo sabes, quiero que se apague este calor, como si supiera lo que quiero, como si supiera lo que quieres, quiero saber lo que quieres, ¿por qué tiemblas?, no, eso no, por favor, te detesto maldita, no me veas, golpes no por favor, desaparece, ¿no ves que no puedo ni defenderme?, por lo que más quieras, así al menos cerrarás esos ojos. No voy a llorar, no voy a llorar, no voy a llorar. No quería hacerlo, te juro que no quería hacerlo, no de nuevo, no siento la mejilla, ¿por qué?, quiero tu mano entre las mías de nuevo pero no te das cuenta de nada, mira lo que hago con tu puto bolso, como si me interesara tu bolso, como si pudiera encerrar mis recuerdos en un bolso, pueblito de mierda, no te vayas, ha sido un malentendido, no diré nada, te lo juro, no hay necesidad de hacernos daño, por favor, no te vayas, y de nuevo el hambre, nunca espera, el hambre, pordiosera, ¿y ahora qué?